El desempeño en nuestro trabajo depende, en gran medida, de
cuanto significa para cada uno de nosotros la actividad que realizamos,
mientras la realizamos. La sesión se apoya en conceptos extraídos del libro
“Para qué trabajamos”, de Sergio Sinay, y los relaciona con el quehacer de los
proyectos y su entorno. Aún cuando contemos con un buen método de trabajo, las
herramientas, las habilidades y el tiempo necesario, tener claro para qué
trabajamos agrega algo imprescindible: las ganas de hacerlo.
Muchas veces me encontré intrigado y hasta decepcionado viendo
que la misma gente que era jefe de familia, criaba a sus hijos, mantenía su
casa, hacía frente y resolvía un cúmulo de problemas económicos, de salud o de
relación en su ámbito familiar, parecía no tener la mínima capacidad para
encauzar soluciones a problemas de trabajo mucho más simples. La razón para
tener una aparente capacidad inferior en el trabajo que en el resto de la vida
parece ser cuestión de actitud, y la actitud parece depender del sentido que la
gente le da al trabajo y al resto de su vida.
Para que se produzca un cambio en nuestra actitud frente al
trabajo es necesario que tomemos consciencia de que somos “seres laboriosos”. Para salir del automatismo, para dejar de
estar en una actividad por hábito, necesitamos encontrarle un sentido personal
a nuestro trabajo. Ese sentido personal deviene de reconocernos como seres
laboriosos, y probablemente tenga muy poco que ver con las cosas que nuestro trabajo
nos permite comprar.
Los seres humanos somos transformadores por naturaleza, como
los horneros, las hormigas y las abejas. Pero no transformamos instintivamente sino con
propósito, ya sea económico, espiritual o afectivo. Si no encontramos un
vínculo íntimo entre nuestro quehacer diario y nuestra naturaleza
transformadora, sufrimos.
Cuando se produce ese vínculo, la tarea que realizamos
nos hace sentir bien mientras la estamos haciendo, aún cuando sintamos el
esfuerzo físico o intelectual. Y aún más, haciendo esa tarea nos modificamos, nos
desarrollamos, crecemos en la tarea y como seres humanos. Cada persona se está
haciéndose a sí misma cuando trabaja. Lo que le hagamos a nuestro trabajo no se
lo hacemos sólo a nuestro empleador sino también a nosotros.
Desde otra perspectiva, los seres humanos estamos
considerados como recursos, no como personas. Se deshumanizó el trabajo. Hoy
suenan celulares en todos lados, bares, restaurantes, salas de espera,
subterráneos. Muchas conversaciones son de trabajo y no hay placer en ellas, ni
disfrute, ni inspiración, sino ansiedad, irritación, urgencia, malos tratos. Se
habla de estrategia, reingeniería, objetivos, planificación, productividad,
rentabilidad, es decir, abstracciones donde no figura el ser humano. Tal vez peor, es la variable de ajuste, rápidamente suprimible.
Esta deshumanización del trabajo es una barrera para que las
personas lo tomemos como una herramienta con la cual darnos forma a nosotros mismos.
Pero podemos vencer esas barreras, como los tres albañiles que estaban
levantando una pared: uno decía que colocaba ladrillo sobre ladrillo, otro
decía que estaba levantado la pared, y el tercero decía que estaba construyendo
una catedral. ¿Qué es el trabajo para cada uno de nosotros?
El trabajo nos aporta atributos, sensaciones, ideas, estados
de ánimo. Todo esto opera en nuestra personalidad. Además, nosotros dejamos en
todo aquello que hacemos, las huellas de nuestro modo de ser, de sentir, de
pensar y de ir por la vida. Encontramos sentido al modificarnos y
ayudar a otros a modificarse en aspectos que los benefician.
Ante la pregunta de para qué trabajamos, cada persona
encontrará su respuesta. Algunas podrían ser: para mantener a mi familia, para
labrarme un porvenir, para que no me falte nada, para sentirme útil, para
devolver lo recibido, para que mis hijos tengan un buen futuro, para
demostrarme que soy capaz. Ahora: ¿Cuánto se recuerda esto en cada instante,
mientras se trabaja? Cita de La edad de la inocencia: “La felicidad es como una
mariposa que se posa en el hombro cuando nos hallamos inmersos en una
actividad, un vínculo, un momento de intenso sentido y trascendencia”. ¿Califican los instantes trabajando?
El trabajo es inherente a nuestra naturaleza porque somos
seres transformadores. Es una experiencia en la que exploramos el sentido de
nuestra vida personal. Hay una relación estrecha entre el trabajo y la moral,
porque están presentes los valores que rigen nuestra vida. La manera en que se
organiza y enfoca el trabajo puede dignificar la vida o volverla una
experiencia indigna.
El trabajo en los proyectos es una oportunidad excepcional para
ensayar las reflexiones planteadas hasta acá. En los proyectos hay que inventar el
resultado del trabajo, hay que organizar las tareas a realizar, hay que nuclear
a la gente que las realizará, y hay que mantener al equipo lo más armónico
posible de principio a fin. La actitud frente al trabajo de cada persona del
equipo es de singular trascendencia en los proyectos. A veces, las
organizaciones esperan perfeccionar su gestión de proyectos instruyendo sobre
metodología. Obviamente se necesitan, pero sólo serán efectivas si las personas
tienen interés y compromiso en aquello que les toque hacer. Y el interés y
compromiso emanan del sentido que le encuentren a su trabajo, no de la calidad
de la metodología.
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